Zambras y fantasmas
Una victoria ante el Malacitano bien merece una zambra por todo lo alto. Por las alturas sacromontanas. Ahí vemos orondo y feliz al presidente del Recreativo, Ricardo Martín Campos (con sombrero y sonrisa, casi en el centro de la imagen) acompañado, tótum revolútum, por directivos, entrenador, futbolistas, peñistas y cuadro flamenco. Apenas dos horas antes, en Los Cármenes, el Recreativo Granada ha derrotado por la mínima al “eterno” rival, el Malacitano, en el primer partido de la primera temporada de liga después de la escabechina entre hermanos que conocemos como Guerra Civil. Lo de eterno hay que entrecomillarlo porque los dos clubes representativos de Granada y Málaga, en el momento en que está tomada la foto, 3 de diciembre de 1939, cuentan apenas con ocho y seis años de existencia respectivamente. Pero aunque sus vidas todavía sean cortas, no lo es la historia de los enfrentamientos entre ambos, que empezaron en los años de la República y siempre se vivieron con gran pasión hasta el punto de generar abundante material para las crónicas de sucesos. Por eso tiene especial significación la victoria rojiblanca que han decidido celebrar los de la foto subiendo al Monte a correrse una juerga flamenca.
De los que forman esta piña cañí podemos identificar al triunfador de la tarde, el pequeño gran Trompi, a la izquierda de la foto, agachado, el primer rostro masculino que aparece tras el de las tres flamencas. José Sánchez Pérez, el Trompi de alias, debutante, uno de los mejores futbolistas en rojiblanco de toda su historia. Apenas lleva en nuestra ciudad 24 horas y aún desconoce dónde va a residir, pero ya le ha dado tiempo de convertirse en ídolo de la afición recreativista, a la que ha ofrecido un sensacional partido, con sus fintas y sus medidos balones y además ha marcado el único gol, que ha servido para quedarse con los dos puntos.
También es reconocible toda una celebridad del fútbol español que, igual que el Trompi, apenas acaba de aterrizar en nuestra tierra y también acaba de debutar y ofrecer una gran actuación. Es ni más ni menos que el ilustre Rey Mago Gaspar Rubio (también y por mal mote, el Rey del Astrágalo), todo un mito del balompié patrio, ex internacional y ex jugador de R. Madrid, At. Madrid, y Valencia, y considerado uno de los mejores delanteros españoles de todas las épocas. Aunque ya anda por los 32, es el fichaje bomba del Recreativo y será pieza clave en la gran liga rojiblanca que acaba de echar a andar, con su extraordinaria técnica y su enorme inteligencia futbolera para organizar el juego de ataque. En la foto se sitúa a la derecha de la imagen, casi en el ángulo superior, y en su mano derecha parece mostrar a la cámara unos billetes que seguramente será lo cobrado como prima por la victoria de esta misma tarde. Eso de poner el vil metal por delante cuadra con un determinado aspecto del carácter de Rubio fuera de los terrenos de juego, según cuentan sus biógrafías: su desmedido apego a la pela. Incluso afirman algunos que fue el inventor de las primas en 1929, al negarse a jugar (era muy suyo) un amistoso internacional España-Inglaterra si no le garantizaban un extra de 50 ptas. por cada gol que consiguiera (marcó dos); los 20 duros (60 céntimos de euro) que se embolsó Rubio aquella tarde lejanísima de mayo de 1929 serían la primera prima cobrada en España por un integrante de la Selección. ¡Lo mismico que ahora!, que diría un castizo.
Era la primera jornada de la 39-40, la última temporada bajo la denominación de Recreativo. En las siguientes jornadas continuaron los buenos resultados y nuestro equipo se mantuvo siempre con opciones de ascenso a primera, aunque finalmente fue el Cádiz el que jugó liga de ascenso. Por única vez en su historia, el Recreativo sólo perdió un partido en todo el calendario (catorce jornadas), pero -¡maldita sea!- éste fue precisamente con el Malacitano (2-0), a domicilio, en el primer partido de la segunda vuelta. De haber sacado siquiera un empate, en lugar del Cádiz el campeón del grupo habría sido nuestro equipo, al que sólo le faltó un punto para conseguirlo.
En el desaparecido campo de los Baños del Carmen, ya en enero de 1940, ante unos mil granadinos desplazados, dice Fernández de Burgos que fue justa la victoria malagueña. La derrota dio no obstante para algunas anécdotas, como las que cuenta Ideal en el apartado Chismorreos, donde se lee que a Málaga se desplazaron cientos de granadinos en los más absurdos vehículos, de manera que sólo faltaron diligencias y tranvías para completar la caravana, y así la carretera por el puerto de los Alazores era un continuo rosario de coches detenidos y averiados. Otra: cuando el partido se acercaba al final y ganaban los locales, se generalizaba en las gradas un cántico tal que así: ¿Dónde están los granaínos matarile-rile-rile? etc.; en éstas estábamos cuando en medio del clamor el potente vozarrón del barítono Julio Vidal surgió por encima de los coros y acalló la algarabía con esta respuesta cantada en el mismo tono: «Aquí estamos achantados matarile-rile-ron».
En la crónica ciudadana destacamos lo que podía leerse en la prensa local finalizando el año 1939: Custodio Jiménez Ruiz y Josefa Linares Perandrés han sido detenidos por fantasmas; o sea, por echarse por encima una sábana y apostarse en alguna esquina albaicinera, con preferencia por las zonas de plaza Larga y calles del Agua y Panaderos, dedicándose a asustar (por broma, según los detenidos) a todo cristiano que por allí se dejara caer, en aquella Granada de restricciones de posguerra en la que el alumbrado público brillaba porque no brillaba, es decir, por su ausencia, porque no existía o era tan débil que hacía negra negrísima cualquier noche sin luna. Es fácil imaginar que la cuestión dio muchísimo que hablar.
José Cirre Jiménez, escritor y periodista de Patria, publicó por aquellos días en este diario un artículo titulado “Los fantasmas de Granada” donde exponía que, aunque parezca mentira, treinta años atrás era esta práctica del ensabanamiento algo realmente extendido y contábamos en Granada con al menos un espectro por barrio, hasta convertir el fantasmerío en algo tan típico y castizo como el mismo barrio del Albaicín. Había quien se convertía en espanto por encargo, a cambio de un jornal, para ahuyentar de una determinada zona a moscones inoportunos y poder mientras tanto dedicarse a actividades clandestinas, a menudo relacionadas con asuntos de camas y cornamentas. También existían otros improvisados fantasmas, mucho más peligrosos porque eran simplemente salteadores nocturnos.
Según Cirre, el más famoso ensabanado fue el llamado “fantasma del Boquerón”, que actuaba en ese barrio granadino, sobre todo por la placeta del Azúcar, que medía casi dos metros y llevaba siempre unas velas eléctricas, de modo que el tipo le quedaba tan conseguido que decían las gentes que se trataba de un aparecido de verdad, no de pega. Este duende alcanzó a existir más de un año y en ese periodo consiguió desalojar por completo de inquilinos (que huyeron despavoridos) la llamada casa del Azúcar, cuyo propietario no consiguió volver a alquilar sus viviendas en muchos años porque este ya inexistente inmueble pasó a engrosar el extenso censo granadino de “casas del miedo”. Cuenta Cirre cómo desde la Gran Vía, por entonces -principios del siglo XX- ya trazada pero sin ninguna edificación, los noctámbulos que por allí pasaban podían ver las espectrales luces y oír los extraños ruidos que provenían de la casa.
Comentarios
3 comentarios en “Zambras y fantasmas”
José Luis Entrala
31 de marzo de 2019 at 11:17
Esos fantasmas que cuentas ya no existen...pero ahora tenemos otros más sofisticados y no menos temibles. Yo soy tan viejo que vi ese partido que cuentas y la triunfal presentación "del" Trompi. Tenía seis años.(yo claro, no Trompi). Por cierto, arriba en la última fila, el segundo empezando por la izquierda, creo que es Antonio Conde, iniciando su largo periplo por Granada, sin poder jugar por estar suspendido. Y es que su pasado de militar "rojo" era una pesada carga.
J L Ramos Torres
1 de abril de 2019 at 18:12
Como homenaje a los recién llegados a Granada (Trompi, Gaspar Rubio, Maside, Valderrama y más) fue el paseo por el Sacromonte y la zambra, organizado todo por alguna peña. Conde creo que llegó un año después. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Rafael Doña
19 de abril de 2019 at 13:38
Enhorabuena Jose Luis, muy buen artículo acerca de un curioso capitulo de la historia del Granada; por cierto, muy granadino con zambra y flamenco, y con circunstancias de la época con fantasmas de sábana.